Entre el 5 y el 8 de marzo se efectuó el viaje del papa Francisco a Irak. Este viaje, que ha sido calificado por la prensa de todo el mundo como uno de los más importantes del pontificado, estuvo marcado por el diálogo interreligioso. Durante su estancia en Irak, el Papa tuvo la oportunidad de dialogar con líderes religiosos de diferentes confesiones. El Papa Francisco también participó en un encuentro interreligioso el día 6 de marzo en un lugar profundamente simbólico: Ur, donde se alza el famoso zigurat, elegido Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2016.
Según la tradición bíblica, contenida en el libro del Génesis, Ur fue el lugar del que salió Abraham, figura reconocida por el cristianismo, el judaísmo y el islam y considerado por estas como el origen de estas tres religiones, para encaminarse a Canaán. Abraham partió de Ur con la promesa divina de que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo.
Por esta razón, el Papa quiso viajar hasta Ur, actualmente Tell-al-Muquayyat, para encontrarse allí con representantes religiosos de diferentes tradiciones: chiíes, suníes, zoroastrianos y yazidíes. De nuevo, la figura de Abraham, Ibrahim en la tradición islámica, se convertía en motivo de unión entre las religiones, tal como se ha podido evidenciar en otras iniciativas como la Abrahamic Family House, que será construida para albergar templos de tres religiones abrahámicas en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos), o la firma de los acuerdos de paz entre este país e Israel el pasado año 2020, que fueron calificados como los “Acuerdos de Abraham”.
Con motivo de la celebración por primera vez a nivel mundial del día de la Fraternidad Humana el pasado 4 de febrero en recuerdo del encuentro entre el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar, el Dr. Ahmed al-Tayyeb en 2019, del que surgió el Documento sobre la fraternidad humana, desde la FICRT estamos trabajando y reflexionando durante este año sobre el concepto de fraternidad humana. Y, desde esta óptica, el viaje del Papa nos parece fundamental. ¡Qué mejor modo de sentirnos fraternos, hermanos, que volviendo a la casa común, en este caso la “casa” que para cristianos, judíos y musulmanes representa el legado de Abraham! Como señaló el Papa Francisco durante su intervención: “Este lugar bendito nos remite a los orígenes, a las fuentes de la obra de Dios, al nacimiento de nuestras religiones. Aquí, donde vivió nuestro padre Abrahán, nos parece que volvemos a casa”. En su discurso, el Papa también hizo referencia a una historia de fraternidad, incluso en tiempos difíciles:
Las heridas del pasado sólo se pueden sanar con los demás. La señora Rafah nos contó el ejemplo heroico de Najy, de la comunidad sabea mandea, que perdió la vida intentando salvar a la familia de su vecino musulmán. ¡Cuántas personas aquí, en el silencio y la indiferencia del mundo, han emprendido caminos de fraternidad! Rafah nos relató también los sufrimientos indescriptibles de la guerra, que ha obligado a muchos a abandonar casa y patria en busca de un futuro para sus hijos. Gracias, Rafah, por haber compartido con nosotros la voluntad firme de permanecer aquí, en la tierra de tus padres. Que quienes no lo lograron y tuvieron que huir encuentren una acogida benévola, digna de personas vulnerables y heridas.
En cierto modo, podemos decir que la promesa efectuada a Abraham acabó deviniendo realidad. Hoy, los cristianos, los musulmanes y los judíos se extienden por toda la tierra y su suma supera más de la mitad de la población mundial. Por eso, encuentros como el promovido por el Papa Francisco en Ur son fundamentales para que los “hijos de Abraham” no solo sean muchos, como las estrellas del cielo, sino que sepan brillar unidos y en armonía.